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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Capital in the Twenty-First Century
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 067443000X
Editorial: Fondo de Cultura Económica
Thomas Piketty, después de años de investigación, desarrolló un importante ensayo sobre el capitalismo. Sus conclusiones fueron que este sistema genera desigualdad para la sociedad, aumentando la concentración de la riqueza.
En ese microlibro, traza la historia de cómo el régimen económico ha alcanzado su estado actual y hace un pronóstico sobre el futuro. ¿Comenzamos?
El capitalismo es una fuerza poderosa en la economía. Hay una larga historia de empresarios que han trabajado duro para crear negocios, ganar dinero y devolverlo a la economía en forma de inversiones. Con sus raíces en el siglo XIV, este sistema económico ha sido central para la construcción y desarrollo de muchos mercados en el mundo.
Los economistas han argumentado y defendido este régimen a través de los siglos y no muestra signos de que el mundo se moverá en otra dirección. Sin embargo, aunque está claro que el sistema es fascinante y exitoso, también se enfrenta a una amenaza inminente y creciente: la desigualdad.
Este libro echa un vistazo a las cuestiones que plantea el capitalismo. Describe sus fundamentos, mostrando cómo una economía sin control puede conducir a un gran y peligroso abismo entre las clases media y alta.
Cada declaración está respaldada por extensos datos e investigaciones con estadísticas reales. Después, Piketty propone una solución revolucionaria que si se pone en práctica podría cambiar las economías de todo el mundo.
Para entender el problema del capitalismo, primero debes saber cómo funciona. Este sistema, en esencia, se refiere a la producción de bienes y servicios con el propósito primario de ganar dinero. En el pasado la economía se basaba en el intercambio de bienes, alimentos, ropa, etc.
Un simple ejemplo sería un agricultor que cultiva semillas con el único propósito de venderlas en el mercado. Con el tiempo, este decide invertir parte de sus ganancias en equipos para producir más. Lo que reinvierte se conoce como "capital". Consiste esencialmente en herramientas para generar más dinero.
Cuando vende su cosecha al mercado, el beneficio que obtiene se llama "retorno". Este valor vuelve a ser reinvertido y el ciclo continúa. Cuando la operación del agricultor comienza a ser más rentable, puede optar por contratar a más trabajadores para aumentar su productividad.
Esto significa que tendrá que gastar más dinero en trabajo, pero ahora sus retornos también deben ser mucho más altos. Sin embargo, si las ganancias del agricultor comienzan a crecer más rápido que su operación tendrá un exceso de dinero. Así, se genera la desigualdad de la riqueza. Estos principios se aplican al resto de la economía.
A menos que se realicen cambios, el desequilibrio de poder solo empeorará con el tiempo. Una economía global en constante crecimiento es saludable. Sin embargo, la tasa a la que los mercados del mundo crecen debe seguir siendo similar a la tasa a la que su retorno de capital aumenta.
Si esto no es así se genera un desequilibrio financiero, seguido por la desigualdad social. Este es un problema que necesita una solución inmediata. Incluso la brecha más pequeña puede crecer con el tiempo hasta proporciones peligrosas.
Esto se aprecia mejor al comparar el crecimiento del mercado con el demográfico. Pensemos que la población mundial crece a un 1% cada año. El número de seres humanos en este planeta ha pasado de 500 millones en el siglo XVIII a más de 7 mil millones en el 2012. El mismo principio se aplica directamente al capitalismo.
Para entender verdaderamente las complejidades del capitalismo global, uno debe entender su historia, teoría y examinar cuidadosamente las tendencias actuales.
Existen dos leyes fundamentales del capitalismo que consisten en fórmulas que explican el comportamiento del mercado a lo largo del tiempo. Ambas permiten hacer un gran trabajo de simplificación de la historia y de clarificación de los problemas reales.
La primera dice que el ingreso nacional (α) es igual a la tasa de rendimiento del capital (r) multiplicada por el ingreso (β). En pocas palabras, la fórmula se ve así: α = r × β. Con ella, es increíblemente sencillo calcular el ingreso total recibido por todos en un país. Además, es increíblemente versátil y se puede utilizar para encontrar sus variables también.
Por ejemplo, si estás buscando la tasa de rendimiento actual y conoces la relación capital / ingreso, encontrar tu respuesta es tan simple como reemplazar los números en tu fórmula.
La segunda ley del capitalismo dice que el ingreso (β) es igual al ahorro (s) dividido por la tasa de crecimiento económico (g). Por ejemplo, si una economía ahorra el 20% de lo que gana y tiene una tasa de crecimiento del 4%, la relación capital-ingreso será de 500%.
Esto bien ilustra el problema principal: si un país ahorra mucho pero no crece a un ritmo lo suficientemente alto, el resultado será un exceso de capital. Esta riqueza se queda en manos de los dueños de las grandes corporaciones.
El capital es una colección potencialmente maravillosa de recursos utilizados para crear empleos y oportunidades para aquellos que no tienen capital. Pero dar la mayor parte de la economía de un país a un porcentaje muy pequeño de la población es peligroso. Estas fórmulas nos permiten ver cuán crítico puede ser el desequilibrio de la riqueza.
Hemos visto que las desigualdades pueden salirse de control relativamente rápido cuando no se monitorean. Sin embargo, incluso con problemas catastróficos que afectan a los mercados a escala mundial, el capitalismo avanza con el tiempo.
En Francia y Reino Unido, durante los siglos XIX y XX, un ciudadano de clase media trabajador era recompensado con una buena vida. Tenía comida en la mesa y dinero en sus bolsillos. Pero esto también permitió que otros no tuvieran oportunidad real de acercarse a la extravagante riqueza de aquellos que heredan fortunas.
Esta fue la tendencia que dominó dicha época. Pero el mundo y la economía han cambiado, y con esto, los más ricos pronto se encontraron perdiendo más de lo que esperaban.
El período entre 1914 y 1945 estuvo lleno de acontecimientos horribles. La Primera Guerra Mundial sacudió al mundo económica y políticamente. Solo 11 años más tarde, los mercados de todo el mundo se desplomaron en la recesión económica generalizada conocida como la Gran Depresión.
El acontecimiento comenzó en 1929 y sus efectos se pospusieron hasta 1939 cuando el combate golpeó el mundo otra vez en la Segunda Guerra Mundial. Todo esto afectó duramente a los miembros más prósperos de la sociedad. En 1914, el 1% superior de la jerarquía de ingresos en Francia controlaba el 20% de los ingresos.
Entre 1914 y 1945, ese número se desplomó al 7%. El 10% más alto perdió el control del 45% al 30% de los ingresos del país. Esto acercó el estilo de vida de la clase más alta al de la clase media. Con tantos impactos sobre la riqueza, podríamos pensar que el abismo entre las clases actualmente disminuyó, pero no es así.
Entre 1945 y 2010, el 10% superior recuperó tres puntos porcentuales, acomodando el 33% de la riqueza del país, y todavía sigue en una tendencia creciente. Dado el hábito del capitalismo de aumentar exponencialmente el porcentaje de riqueza en la cima, esta desigualdad es una preocupación para el futuro.
El capitalismo ha tenido algunos contratiempos que impidieron su eficiencia, pero sigue siendo una fuerza poderosa que conduce a la desigualdad de la riqueza. Los estudios muestran que los ciudadanos del 10% de los países más ricos de Europa, en 2010, controlaban el 35% del capital.
Mientras que en los Estados Unidos, el 10% controló un enorme 60%. Estos números solo sirven para ilustrar la dinámica del capitalismo: incluso con una crisis mundial que abarca 31 años y los mercados quebrándose en varios países, el tiempo es todo lo que la clase alta necesitó para recuperarse.
La dinámica del capitalismo es poderosa, capaz de aprovechar las pequeñas tasas de crecimiento para poner el dinero en el bolsillo de los ricos. El sistema como tal, solo agrava la desigualdad a lo largo del tiempo y no muestra signos de mejora.
Lo que comenzó como un sistema que ayudó a los gerentes a devolver su dinero a la economía ha crecido casi abrumadoramente. Ahora, los sueños de riquezas y fortuna son prácticamente imposibles para los ciudadanos de clase media y baja.
La desigualdad de la riqueza es asombrosamente alta y hay que hacer algo. Estas no son solo teorías. Cuidadosos estudios de historia revelan el poder de la dinámica del capitalismo, incluso ante las peores catástrofes financieras de la historia y dos de las guerras más grandes que el mundo haya visto jamás.
Algunas escuelas de pensamiento económico abogan por un enfoque sin interferencia, creyendo que la economía naturalmente se regulará. Sin embargo, como hemos visto, ni siquiera los 31 años de crisis económica fueron suficientes para mejorar permanentemente el problema.
Lo que la economía necesita es algo antinatural. Esto quiere decir, una herramienta que permita directamente regular la desigualdad de la riqueza. Debe ser capaz de oponerse a una ocurrencia externa que involuntariamente afecte al sistema.
Las guerras mundiales son ejemplos primordiales de interferencias naturales. Por otro lado, los impuestos progresivos (que probablemente son la mejor solución para regular la desigualdad) no son naturales.
Este tipo de tasa se define porque aumenta según el ingreso de la persona a la que se le aplique. Así, obligaría a los más ricos y a los ahorradores a pagar un porcentaje más alto que los demás.
Diferentes formas de impuestos progresivos se están aplicando en todo el mundo. Pero en los Estados Unidos y el Reino Unido, están disminuyendo, reduciendo sus efectos y, en algunos casos, invirtiéndolos.
Por ejemplo, en 2010, el 50% más pobre de Francia pagó impuestos del 40-45%. Prácticamente al resto del país se le aplicó un porcentaje más alto del 45-50%. Eso suena ideal, hasta que se revela que los más ricos, es decir el 0,1% de la población, prácticamente no pagó impuestos.
Los impuestos progresivos son el paso en la dirección correcta, pero para que haya algún cambio permanente, es necesario señalar el problema del capital.
Con bienes de capital comúnmente libres de impuestos, debe crearse algo totalmente nuevo para contrarrestar los problemas generados por el capitalismo. Un impuesto progresivo mundial sobre el capital resuelve estos problemas. Esto permitirá inhibir la desigualdad y alcanzar un mayor equilibrio.
Hacerlo supone un proceso largo y vigoroso, incluyendo la elaboración de un plan tributario satisfactorio para el mundo entero. Sin embargo, los esfuerzos envueltos en la creación de una herramienta hecha específicamente para regular la desigualdad de la riqueza valdría la pena.
Para lograrlo, se requeriría un alto nivel de transparencia financiera. Esto permitiría monitorear la información bancaria general de los países y los individuos. Además, debe incluir los activos en el extranjero. En la sociedad moderna de hoy, sería más fácil lograr esto gracias a los registros de transferencia electrónica.
Este tipo de impuesto sería una herramienta perfecta: de hecho, es demasiado bueno para ser verdad. Es casi imposible conseguir que todas las naciones del mundo se embarquen en esta idea. Tampoco es fácil encontrar la perfecta planificación y el apoyo de los países ricos.
De hecho, todo este proceso tomaría mucho tiempo, y los miembros más ricos de la sociedad perderían tanto dinero que nunca estarían de acuerdo. Un impuesto global progresivo sobre el capital es un concepto utópico, pero eso no significa que no valga la pena considerarlo como una meta.
Tener una idea de la perfección permite a los economistas y gobiernos luchar por un nuevo mundo. Un lugar donde la desigualdad sería drásticamente menor. Este ideal puede convertirse en una fuerte referencia para las políticas futuras.
Los hechos expuestos apuntan a una conclusión: la desigualdad de la riqueza no es un problema que se resuelva fácilmente. Necesitamos cambios de política que se centren directamente en los principales problemas para acabar con ella.
Cuando miramos los problemas del capitalismo, queda claro que un impuesto progresivo es la mejor solución. Este estaría acompañado de nuevas leyes de transparencia.
Aunque este modelo es poco realista, demuestra una idea para una economía perfecta: un mundo en el que la desigualdad de la riqueza es mínima y las clases trabajadoras tienen la oportunidad de hacerse ricas.
Para conocer otras ideas que revolucionarían la economía, sigue con “Utopía para realistas”, de Rutger Bregman.
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Nació en Clichy, Francia. Es un economista dedicado a la desigualdad económica y la distribución de la renta. Fue profesor en varias instituciones, aunque actualmente trabaja para la Escuel... (Lea mas)
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